Por qué lo llaman amor cuando quieren decir...

Tenía los pechos volcánicos y obcecados, apuntando siempre al frente con determinación geológica. Los pechos más hermosos que he visto en mi vida.

Bueno, en realidad los más hermosos que “no” he visto en mi vida.

Es que tenía un novio.

Supongo que, si Dios escuchara a las chicas, enviaría un novio como aquel a cada una: Buen tipo, alto, bien plantado, y con un moreno que hacía más verde el verde de su mirar sereno. A su lado me sentía como un destartalado Citroen C15 aparcado en el club náutico.

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Aún así ella no le quería. No sabría decir cómo, pero yo lo notaba, algo me hacía ver la puerta entreabierta, y metía un poco el pie, la puntita, solo eso.

Yo estaba loco por cruzar esa puerta. No me lo reconocía ni a mí mismo, pero demonios, me gustaba aquella chica.

Quién sabe, tal vez echándole huevos hubiera visto aquellos pechos.

O puede que mi corazón hubiera acabado pisoteado entre la mugre y las colillas de la cantina de la facultad. Por evitarlo lo llevaba envuelto en capas y capas de hombría palurda y mordacidad. Eso me pudría, pero prefería el corazón enmohecido a roto.

Así que, las 1.000 veces que le hablé de más, logré zafarme del holocausto de la esperanza. Sí, ese que desatan las palabras labradas en el dintel del infierno sin pechos: “Solo como amigos”.

¿Enamorarla? Hubiera dado lo que fuera por saber cómo demonios podía hacer algo así . Pero no encontré a nadie que vendiera la fórmula de enamorar.

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Así que seguí haciendo el pardillo, regando con frases sin sustancia la yerma tierra de nadie de los “como amigos”.

Ahora hubiera sido distinto, ahora sé de copywriting.

Sí, fijo que hubiera tenido más posibilidades con ella. Con mis habilidades y conocimientos actuales le hubiera podido vender algo.

No es una metáfora, cuando digo vender, me refiero a eso, a vender. 

A ver, los conjuros de amor se componen con palabras, será en lo único en que se parecen al copywriting.

Bueno,  yo de conjuros ni idea, solo de copy. Y no sé que te habrán contado, pero el copy no va de palabras mágicas y prohibidas. Tampoco son fórmulas secretas, ni para textos ni para pócimas. Eso son chorradas.

El copy es escribir para que compren, así de sencillo.

¿Para vender? Puedes decirlo así,  yo prefiero decir que es para que te compren, o para que tomen la acción que toca, el siguiente paso en el camino hacia la venta.

Así que, aun a riesgo de provocar el desencanto, siendo honesto he de decir que al final no hay vino y rosas.

El copy no es escribir novelas almibaradas. Los cuerpos que se unen en la última línea de cada buena historia de copy son una tarjeta y una pasarela de pago.

Mira, yo no sé a qué te dedicas. A lo mejor estás en el negocio del amor romántico, o en el del amor mecánico. Podría ser, pero sería más normal que estés en otra cosa, un negocio de vender, (todos lo son), más que de enamorar.

Se ve mucho por ahí, “Enamora con tus rollos y tal“. Y la cuestión no deja de ser:

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir copy?

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